miércoles, 2 de julio de 2008

Seguimos con más dichos populares

Hoy como no tengo mucho tiempo os pongo algunos orígenes de dichos populares.

“Brillar por su ausencia”
En los funerales Romanos se solía exhibir las efigies de los antepasados como señal del linaje. Durante la honra fúnebre a Junia -la cual era familiar de dos de los conspiradores que asesinaron a César: Casio y Bruto- las efigies de éstos dos asesinos no estaban presentes haciendo gala por su ausencia, algo que los concurrentes notarían rápidamente y sería el tema reinante entre los murmuros y chimentos del funeral. Utilizando esto como referencia en uno de sus trabajos, el poeta André de Chenier pondría esta frase de moda mas de mil años y unos cuantos siglos después.

“Empezar con el pie derecho”
En los rituales paganos, al subir el altar era norma dar el primer paso largo y con la pierna derecha. Esto significaba un buen augurio y marcaba que los Dioses estarían a favor de los concurrentes.

“Dar gato por liebre”
Si hay algo que ha mantenido la tradición con el paso de los siglos, es, sin duda, la mala fama de las posadas, hosterías y fondas, respecto de la calidad de sus comidas.La literatura universal está llena de alusiones, muchas de ellas irónicas, acerca del valor de los alimentos ofrecidos en ellas.Y era tanto el descrédito de estos lugares, que llegó a hacerse usual entre los comensales la práctica de un conjuro, previo a la degustación, en el que aquellos, parados frente a la carne recién asada, recitaban:Si eres cabrito, manténte frito;si eres gato, salta al plato.

“Del tiempo de Maricastaña”
No hay certeza acerca de la existencia de este personaje, como tampoco se conoce el motivo por el cual se lo asocia con épocas remotas. Hay quienes afirman que, efectivamente, existió en la provincia de Lúgo (España) una Maricastaña quien, junto con su marido y hermanos, encabezó un partido de extracción popular que se oponía al pago de los tributos exigidos abusivamente por el obispo del lugar. Incluso, se afirma que habría sido ella misma la que ordenó matar -como represalia- al mayordomo del prelado. Aparentemente, la fama de esta mujer se cimentaba no tanto en sus principios morales y actitudes de arrojo cuanto en su aspecto muy varonil. Sin embargo, también hay quienes afirman que el personaje Maricastañas no es real sino ficticio y pertenecería a la leyenda celta, a través del cuento "La batalla de los pájaros", cuyo personaje central es una tal Auburn Mary (traducible como María de color castaño). De todas formas, real o inventada, esta mujer forma parte del léxico de la mayoría de los hispanohablantes en el dicho del tiempo de Maricastaña, para hacer alusión a algo o alguien que hace mucho tiempo que está en este mundo.

“El que se fue a Sevílla, perdió su silla”
Cuentan que durante el reinado en Castilla de Enrique IV de Trastámara, un sobrino de don Alonso de Fonseca -arzobispo de Sevílla- fue a su vez designado arzobispo de Compostela, pero suponiendo el tío que, a causa de las revueltas que agitaban Galícia, a su sobrino le costaría mucho tomar posesión de su cargo, se ofreció para adelantarse a Santiago para allanarle las dificultades, pero a cambio, le pidió a su sobrino que lo reemplazase en los negocios de su sede en Sevílla. Efectivamente, así se hizo y con el mejor resultado, de manera que una vez que don Alonso, concluida la gestión, regresó a Sevílla, se halló con la desagradable sorpresa de que su sobrino se resistía a abandonar la sede que regenteaba, alegando que el arreglo había sido permanente. Para reducirlo, se hizo necesaria la intervención del Papa y hasta la del propio rey Enrique. El joven, una vez que regresó a Santiago, terminó preso y sentenciado a cinco años de condena por otros delitos, pero su carrera continuó y llegó a ocupar los más altos cargos eclesiásticos, teniendo que ceder su arzobispado a su propio hijo. De aquel suceso, muy comentado en su tiempo, nació el dicho que seguramente en su origen debió ser el que se fue "de" Sevílla, perdió su silla y no como lo conocemos hoy, el que se fue "a" Sevílla, perdió su silla, porque en realidad, don Alonso no fue a Sevílla sino a Santiago de Compostela, para lo cual debió irse de Sevílla y... dejar su silla.

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